Cuentos de café
Diego Paolinelli

"El Nene más Grande"
Todo el equipo eligió el trabajo de Pablo para presentar al cliente.
La propuesta les pareció fresca: usar a una familia para grabar el aviso publicitario en radio, en lugar de la voz institucional de un locutor detallando productos de la juguetería. La idea era simple: destacar sobre la competencia y, al mismo tiempo, llevar el concepto a los avisos gráficos y televisivos.

Era un tiempo de cambios. Las agencias habían pasado de jingles pegadizos y comerciales casi cinematográficos a un estilo mucho más austero, incluso chato. Pablo quería recuperar la chispa.

En la reunión, hizo una breve introducción y presentó la idea al dueño de la juguetería:

—Una madre, acompañada por su marido, le dice a su hijo: “Seba, con papá estuvimos hablando de lo bien que venís en el cole, de lo que ayudás en casa… Así que, para este Día del Niño, pedí el regalo que quieras.”

El chico, sorprendido, se toma un segundo para decidir.
El padre, que hasta entonces no había dicho nada, no aguanta la ansiedad y, en un tono casi infantil, se le escapa:
—¡¡¡Pedí la Pleyyy, pedí la Pleyyy!!!

El aviso cierra con la voz del locutor:
“En la Tradicional Juguetería Royal encontrarás el regalo ideal para tus niños… tengan la edad que tengan.”

El dueño sonrió, aprobó la idea y remarcó el concepto:
—“Para niños de todas las edades.”
Sabía que los clientes adultos también estaban listos para comprarse un juguete caro. Ordenó grabar de inmediato: confiaba en el impacto de la campaña.

Más tarde, mientras tomaban un café en la sala de reuniones, un compañero felicitó a Pablo. Quiso saber de dónde había sacado la idea. Pablo sonrió, y su memoria lo llevó unos años atrás, cuando aún trabajaba en una fábrica de la zona.

Allí compartía largas jornadas con un grupo variado de compañeros, la mayoría mayores que él. Tenía buena relación con todos, pero con Beto, uno de ellos, había hecho una amistad especial. Juntos jugaban en el torneo interno de fútbol amateur.

Una tarde, después de un partido, Pablo salió del vestuario y vio a Marisa, la esposa de Beto, esperándolo en el pasillo. La escena lo conmovió: parecían novios todavía. Se sorprendió al pensar en los años que llevaban juntos. Días antes, Beto le había contado que sus mellizos terminaban la primaria. También le había confesado, mate de por medio, que habían hecho un esfuerzo grande para regalarles la consola de videojuegos de moda. Era su manera de premiarlos por cerrar esa etapa escolar.

Pablo saludó a Marisa y, con picardía, la felicitó por el regalo.
—¿Y? ¿Los chicos la están disfrutando?

Ella sonrió, señaló a su marido y, con ironía, contestó:
—Sí… cuando el nene más grande se las presta un rato

FIN

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