De todo un poco
Marcelo Boscoso

Encontré a Nabito Gonzalez
En definitiva no estaba en todo Cancún como decían las creencias, como hacían presumir algunos comentarios. Por supuesto no existían ni mensajes de textos, mucho menos de whatsapp, no existían ni los celulares.
Muchos jóvenes y chicos campanenses ni idea tienen de quien fue es y será Nabito Gonzalez, es más, si lo googlean, nada del mismo van a encontrar, hasta hoy, que di con él.
 
Pero hagamos primero un poco de historia. Albores de los 80, Nabito era muy conocido en la ciudad por sus largas charlas de café en el ya desparecido Palace, por la Estación del Ferrocarril, o por sus partidos de pelota paleta en el Independiente; hablaba poco, escuchaba mucho. Hacía hincapié en los empleados que se iban de Dálmine o de la Esso, casi exclusivamente. Hablaba de los despidos, las indemnizaciones, en las nuevas vidas independientes, y en no equivocarse, como todos lo hacían, poniendo un laverrap, un kiosko o comprando dos taxis cada uno o un camioncito entre dos.  Había alternativas de inversión, el mundo de las finanzas, las acciones de Wall Street, los pases, los discounts, todo lo que casual y precisamente él dominaba.
 
Lo míos empezó encontramos en un anticuario un cassette de grabador de mano que tuve que sintetizar para lograr cierta fidelidad de grabación la siguiente conversación:
-   El tema es así, Roberto, ahora que los malandras de la siderurgia te despidieron, al menos te han reconocido el esfuerzo, es el momento que empieces a vivir de la vida con ese millón de pesos que has recibido de indemnización.
-   Y como sería el tema, don Nabito?
-   Sencillísimo, tú me das el millón de pesos, yo te lo invierto asegurándote casi 50 mil pesos por mes
-   Pero eso es maravilloso, en un mes lo que yo ganaba en casi medio año ¡! Pero he estado despilfarrando toda mi vida con los Rocca, desde el mismísimo momento que se vivieron de Italia, haberte conocido antes ¡!!

Pasaron dos meses, Roberto se encontró a la salida del Supermercado Norte, con su carrito repleto hasta arriba en forma de montaña, con Juan, despedido la semana anterior de la refinería.
-  Vamos a tomar un café Juan, le decía mientras cargaba las cosas en el baúl.
-  Hasta cambiaste el auto Roberto, te felicito, está hermosa.


Café de por medio, Roberto se comprometió con Juan a cometer la indiscreción y romper con el pacto casi sagrado de Nabito y lo contactó con él
 
Pasaron unos meses. Que era de la vida de Juan usted se pregunta, sus dos millones de pesos rendían aún más que los dineros de Roberto, hasta se iba a la costa cada casi 15 días, hasta en el invierno.
La voz se fue corriendo por Campana toda, cada vez más y más afortunados  descubrían la felicidad de sus vidas, unas mujeres despedidas de una conocida casa de carreras de caballos por la Panamericana hasta armaron un pool y se lo entregaron a Nabito para que lo invirtiera. Comenzaron a descubrir el maravilloso mundo de los mejores perfumes, los más lindos vestidos, cada 6 meses casi que duplicaban sus capitales.
 
Nabito no daba abasto con su trabajo. Reuniones en el café, en el Norte, en la cancha de Dálmine hasta a la salida de misa. Algunos dicen que estaba un poco estresado, el tema que uno de esos días, a Nabito nadie lo encontró para entregarle sus dineros. Ni Roberto, ni Juan, ni las chicas del pool, ni los casi 1000 inversores de esa especie de fideicomiso milagroso.
Pasaron los meses, los inversores fueron perdiendo primero la sonrisa hasta darse cuenta luego habían perdido todo.
 
-  Murió, a lo mejor, decían unos.
-  Pero cómo va a morir si nos estamos turnando todos diariamente en lo de Torres y Millares para ver si aparece por ahí.
 
Otros hacían espionaje en la parada del Paraná, hasta se había conformado un escuadrón en los Puentes de Zárate Brazo largo. La tan temida desaparición se confirmó con el correr de los días, meses, y por supuesto años. Nadie supo más nada de Nabito y, según contaban los ahora tristes damnificados, los casi 10 millones de dólares o más, a valores constantes, que con él se esfumaron.
Con el correr de los años fueron corriendo rumores de que un turista campanense en su viaje a Cancún, lo vio pasar en un auto. Así que hace unos meses decidí emprender la expedición de su búsqueda, larga, tediosa, viajar y recorrer todo Cancún, para ver in situ si esos rumores tenían asidero.
 
No estaba allí, pero no me di por vencido, recorrí una a una las islas e islotes del Caribe, al Sur de Cuba, muy cerquita de Miami. Y un día llegué a Martinica, hermosa isla francesa. Era un día ideal para caminar la playa con una caipiriña, pasando por debajo de las palmeras. Justamente cómodamente recostado bajo una de ellas descansaba un hombre.
 
-  Bonjour, por si era un francés, good afternoon si hablaba inglés, ciao…
-  Hola, me dijo.
-  Caminando, buscando a alguien, y bla bla bla porque en definitivamente los dos hablábamos español, compartimos un trago en un chiringuito.
 
-  Con esto de las cybermonedas, me dijo, me he hecho multimillonario, compré miles y miles de bitcoins cuando llegué desde muy lejos, vengo de un pueblito del sur de la Argentina, se llama Campana, mi corazón se paralizó.
 
-  Y pensar que decían era un nabo, mucho gusto, dijo estrechándome la mando, soy Nabito Gonzalez. Quiere usted hacerse millonario sin trabajar nunca más?
 
 
Y escribiendo desde esta isla hermosa, me quedo con él.


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