Cuanta tristeza, me va a faltar con quien hablar en la esquina de Rocca y Dellepiane cuando vaya al banco.

Me queda la interminable y profunda alegría de haberlo ayudado en estos últimos meses, en los que le conseguí pudiera cobrar la pensión de seguridad social que durante tantos años le habían denegado.

Lo veía feliz, cada mañana, me convidaba lo que estaba comiendo. Se había aggiornado con ropa nueva, como yo le había dicho cuando empezara a cobrar.

Se fue sin sufrir, súbitamente, los que lo vieron por la tardecita sentado en un banquito por la estación, pensaron estaba dormido, como lo habíamos visto mil veces, en la puerta del Baby Fútbol, en el 17, en la catedral, en esas trasnoches de año nuevo con su gorro de papá Noel, con sus globos, que la mayoría reclamaba.

Estaba muy desmejorado, con muchos problemas para caminar, lo que hacía con la ayuda de sus muletas, por supuesto mal alimentado, mal descansado, tan joven muchos menos de 70 años pareciendo muchos más, el próximo lunes 16 iba a cumplir, va a cumplir, 68
Poniendo orden en una zona muy difícil de estacionar, dirigiendo el tráfico de taquito y si hacía falta, pegaba un silbatazo.

Juan Carlos Saavedra, Juan, para siempre, como todos los días, mírame el auto y a la vuelta hablamos. Queda pendiente el whisky que vamos a tomarnos y el canario me prometiste. En otra ocasión.