En medio del vértigo previo a la Nochebuena, cuando el calor apretaba y las compras de último momento dominaban el centro de Campana,
una imagen sencilla logró detener el paso de muchos y arrancar sonrisas. Detrás del Papá Noel que fue visto en la avenida Rocca no había una campaña ni una acción promocional, sino la historia de un chico con un enorme corazón.
Se trata de Ian, un adolescente de apenas 14 años que, por segundo año consecutivo, decidió vestirse de Papá Noel para repartir caramelos a los más chicos. Sin estridencias ni expectativas, solo con la ilusión de regalar un momento de alegría en fechas donde los gestos simples cobran un valor especial.
La escena que se viralizó ocurrió casi por casualidad. Ian estaba acompañado por su mamá, quien ingresó a realizar una consulta en una zapatería. Aprovechando el aire acondicionado del local y el intenso calor de diciembre, el joven Papá Noel se sentó unos minutos para tomar un respiro, sin imaginar que esa postal terminaría convirtiéndose en símbolo del espíritu navideño.
Quienes lo conocen destacan su dulzura y la naturalidad con la que se vincula con los niños. No busca reconocimiento ni espera nada a cambio. Lo mueve, simplemente, la alegría que le genera ver una sonrisa, un saludo tímido o un “gracias” espontáneo de los más pequeños.
Tras ese breve descanso, Ian continuó con su rutina. Se dirigió a su academia de taekwondo, donde se desempeña como instructor asistente, y desde allí esperó a los chicos para cumplir con su pequeña misión navideña: entregar caramelos y compartir un rato de felicidad.
En tiempos donde las fiestas suelen medirse en regalos y apuros, la historia de Ian recuerda que la Navidad también vive en los gestos silenciosos, en la empatía y en la vocación de dar sin esperar. A veces, el verdadero Papá Noel no llega en trineo, sino caminando por la Rocca, con calor, una bolsa de caramelos y un corazón enorme.