El último fin de semana, los campanenses pudimos asistir al hecho político más anunciado de los últimos días, y subrayado en el propio discurso de apertura de las sesiones del Concejo Deliberante: la vuelta a las pistas del automovilista local, Sebastián Abella. Lo que podría haber sido una nota más de la sección deportes de nuestros medios, se convirtió en un hecho político que marcó la bandera de largada del gobierno municipal del Macrismo: en los días más difíciles de su joven gobierno, ante una emergencia climática que terminó con evacuados y desastres de todo tipo en los barrios más carenciados de Campana y sus islas, el Intendente prefirió dedicarse al automovilismo en Entre Ríos…

Lo que quedó en evidencia, además de la torpeza comunicacional del Macrismo local, que anunció con orgullo a todos los campanenses que su Intendente dejaba acéfalo el gobierno comunal en medio de una crisis ambiental, fue que lo hizo sin tomar la correspondiente licencia, que hubiera permitido a la Municipalidad tener un Intendente Interino que se hiciera cargo de la situación.

Para que quede más claro: Sebastián Abella tiene todo el derecho de practicar deportes, pasear, descansar, como cualquier hijo de vecino. Pero el señor que se calzaba guantes y casco para competír en Concordia, era el Intendente de Campana, no cualquier deportista. Justo cuando su ciudad era azotada por un temporal.

Mientras la ciudad es gobernada a control remoto por ignotos funcionarios de la Ciudad Buenos Aires, los campanenses tenemos que admitir que nos tomen el pelo afirmando que “Tenemos un Intendente comprometido (!!!)”, o que a última hora del domingo hagan circular una tardía foto de un estadista oportunamente rodeado de algunos de sus colaboradores, señalando un plano con el cabello mojado y aires de preocupación.

Campana necesitaba un cambio. Nosotros lo señalamos en su momento.

Hoy, seguimos pensando igual.