2017-10-16 | 4:00 Infomercial
Amsterdam: entre bicis y canales
Una ciudad llena de historia es el hogar de hermosos edificios históricos, numerosos parques, campos de tulipanes que florecen en la primavera, cerca de 40 museos, y un sistema de canales y puentes que son rivales de Venecia.
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Amsterdam se ha ganado la reputación de ser una ciudad con un alto grado de tolerancia, impulsado por un valor esencial en el seno de la sociedad holandesa que ha permitido que distintas culturas y religiones coexistan en un espacio geográfico muy reducido. Así mismo, a diferencia de otras mega-ciudades europeas como Londres, París o hasta Madrid, en Amsterdam, donde habitan 800 mil de habitantes, se percibe aún cierto grado de intimidad, como si fuera un vecindario gigante y donde todo resulta relativamente cerca y la gente es amigable aunque sin dejar de ser directos y hasta sarcásticos.

Fundado como un pequeño pueblo pesquero en el siglo XII, actualmente es la ciudad más grande del país y es un importante centro financiero y cultural de proyección internacional.

Amsterdam puede ser famoso por su Barrio Rojo y su actitud liberal, pero la capital de Holanda, tiene mucho más que ofrecer. Una ciudad llena de historia es el hogar de hermosos edificios históricos, numerosos parques, campos de tulipanes que florecen en la primavera, cerca de 40 museos, y un sistema de canales y puentes que son rivales de Venecia.

Entre sus principales atractivos y actividades podemos recomendar los siguientes:

1. Los museos: Hay más de 50 museos en Amsterdam de los cuales cuatro son imperdibles: El Hermitage Amsterdam, situado a orillas del río Amstel, goza de mucha popularidad desde que fue abierto en 2009 y exhibe colecciones del museo original en San Petersburgo, al igual que otras obras de arte; El Rijksmuseum, es literalmente “el museo estatal”, con más de 200 obras de lo mejor creado por Rembrandt y otros contemporáneos suyos; el Museo Van Gogh, que hoy alberga 200 pinturas y 500 dibujos de Van Gogh y sus colegas como Gauguin, Monet, Tolouse-Lautrec y Bernard. Finalmente, la Casa de Anna Frank, situado al oeste del centro histórico, donde se exhibe la habitación, el diario, fotos y otras pertenencias de Anna, así como el anexo secreto donde esta niña se escondió con su familia durante la ocupación nazi de Holanda en la Segunda Guerra Mundial. Como consejo recomendamos sacar las entradas online para evitar largas colas.

2. El Patio de Begijnhof: Un lugar apartado de la vida frenética de la ciudad, un lugar tranquilo, con tejados cerrados que te envuelven, además de que cuenta con la casa más antigua de Ámsterdam y con una pequeña capilla, aquí se respira paz y tranquilidad.

3. La Plaza Dam: Enclavada en el corazón del centro histórico medieval de Amsterdam, en esta plaza se construyó una represa sobre el río Amstel alrededor de 1270. De ahí su nombre (DAM = represa en español). Hoy es un punto de encuentro de turistas y locales, donde se hacen ferias y festivales (desde épocas medievales) y hay carritos rodantes donde unos italianos venden panchos espectaculares con un sinfín de salsas, chucrut o mostaza buenísima. La plaza está rodeada de edificios increíbles como el Koninklijk Paleis o el Palacio Real, que es la residencia oficial del rey de Holanda (aunque no viva ahí), y el Nieuwe Kerk o Iglesia Nueva, donde se han coronado los monarcas holandeses desde el siglo 15. Ahora funciona como un centro de exhibición de colecciones itinerantes. Opuesto al palacio está el Nationaal Monument o Monumento Nacional, erigido en honor a los caídos durante la Segunda Guerra Mundial. Si tenés que encontrarte con alguien de la ciudad, lo más probable es que te citen en esta plaza.

4. El Barrio Rojo: No solo de cultura e historia vive el hombre, y los habitantes de Amsterdam lo han tenido clarísimo desde que fundaron la ciudad en el siglo 13, o cuando legalizaron la prostitución en 1810 y los burdeles en 2000. Por eso el Barrio Rojo es antiguo y muy popular entre los turistas y viajeros, especialmente los ingleses. Los estrechos callejones y vericuetos alumbrados por faroles rojos (de ahí el nombre del peculiar barrio) situados al este de la Plaza Dam y a lo largo del canal Singel, albergan a cientos de prostitutas (mujeres, travestis y transexuales) que trabajan día y noche en cabinas con luces rojas o azules.

5. Albert Cuypmarkt (o El Mercado): El mercado usualmente es el alma de un pueblo. Amsterdam no es la excepción aunque sus mercados disten mucho de parecerse a los que podría haber en Sudamérica. La mayor diferencia es el orden con el que funcionan y los grupos étnicos que lo componen. Albert Cuypmarkt es el mercado más grande de Holanda, donde venden de todo: Frutas, verduras, carnes, pescado y mucho queso de todos los tipos y tamaños (no faltaba más), así como los populares y súper empalagosos stroopwafels, que saben a gloria si te gusta los dulces. También venden ropa, zapatos y otras chucherías.

6. Un paseo en barco: Venir a Amsterdam y no navegar por sus canales es imperdonable. Es además una forma alternativa de recorrer la ciudad y admirar su arquitectura, sus barrios más suntuosos y el trazo urbano desde el agua. Los tres principales canales de la ciudad (Herengracht, Prinsengracht, y Keizersgracht) fueron construidos a principios del siglo 17. En 2010, la Unesco incluyó en su lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad a la zona de canales.

7. Una vuelta en Bici por la ciudad: Si hay un país que tiene el ciclismo institucionalizado, ese es Holanda. Y si hay una ciudad donde hay más bicicletas que habitantes, esa es Amsterdam: se dice que son 881,000 bicicletas frente a 799,000 habitantes. La ciudad cuenta con alrededor de 400 kilómetros de vías para ciclistas, lo cual resulta ideal para explorar y desplazarse por calles angostas y sinuosas. Hay tours para ciclistas y excursiones en bicicleta que puedes hacer con una agencia o por tu cuenta.
Para quienes aman el arte de la gastronomía, Ámsterdam también tiene su lado culinario y el comer o beber se vuelve un gran deleite, en especial el salmón, los arenques, los quesos y la cerveza valen por sí mismas la visita a uno de sus restaurantes para degustar de ellos. Los holandeses comen muchísimas papas. Hasta Van Gogh inmortalizó la predilección por el tubérculo en su óleo “Los comedores de papas”. Hervidas, fritas, en guisos o en platos tradicionales como stamppot, un puré de papas mezclado con repollo y endibias y servido con salchichas ahumadas.

Lic. Guillermo Ceballos
Vuelos y Vacaciones
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