A sus 114 años, Natalia nunca estuvo más lejos de la muerte. Suena contradictorio pero no lo es, si pensamos que todas las experiencias y circunstancias que tuvo que sortear a lo largo de todo ese montón de años, constituyen ni más ni menos que un gran pedazo de vida.

Esta entrerriana, de asombrosa lucidez y envidiable humor, llegó a Campana tras haber sufrido una verdadera calamidad. Perdió todo lo que tenía en un incendio sufrido en la humilde casa que habitaba en el pequeño pueblo de Médanos. Fue entonces cuando decidió venirse a vivir temporalmente de una sobrina, en el asentamiento 21 de Septiembre.

Y no lo hizo sola, sino acompañada por su hijo Mario, de 79 años. Ambos, no solo acumulaban un montón de años, sino también otro montón de necesidades. Rápidamente, gracias a la intervención de una ONG de nuestra Cudad (Madres Unidas de Campana), comenzaron a llegar muchas donaciones: ropa, medicamentos, comida, muebles, y hasta una silla de ruedas.

La solidaridad de la gente fue acompañada por la curiosidad de quienes quisieron ir a conocerla, y fueron muy bien recibidos por “la Naty”, quien hasta compartió unos mates y no se privó de probar toda aquella delicia que era arrimada por la visita. Tortas, facturas…nada escapó a la degustación de esta mujer ejemplo.

Mate va, mate viene, y mucha charla mediante, Natalia contó miles de historias vividas en este casi siglo y cuarto por el que transita, donde el destino la abofeteó muy duro en varias oportunidades: perdió cinco hijos, entre otras tantas desgracias.

Lamentablemente, su sobrina ya no podía alojarla y allí comenzó otra historia. Natalia y su hijo rechazaron la posibilidad de mudarse al Hogar de Ancianos Municipal, tras la intervención de las autoridades de la Secretaría de Desarrollo Humano Municipal. Madre e hijo querían terminar sus vidas juntos, durmiendo en un mismo lugar, impedimento que por razones de género, el establecimiento estatal presentaba. Pero no se achicaron, y hasta pensaron en ocupar algún terreno y construir con sus propias manos una casilla.

Pero un corazón solidario apareció, y la nona y su hijo encontraron un lugar donde vivir. Ahora, madre e hijo se sienten más campanenses que nunca. Y no habrá Record Güinnes que logre superar ni reconocer la experiencia que ha sabido ganar en esta vida…y media.

Fotos: Facebook.